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viernes, 12 de agosto de 2011

En tiempos de Logorrea

En tiempos de diarrea verbal, cuando la explosión de tinta inunda las calles de papelitos papeluchos y boletas, cuando caminar por una facultad exige brasear entre oleajes de plataformas, proclamas de atril y teleologías de bolsillo; cuando aventurarse en una librería de usados descubre hectáreas de papeles almidonados por el vanidoso imperio de la imprenta, detenerse un rato a contemplar el silencio es una experiencia cautivadora. Y descubrir en bocas ajenas la intensidad de ese silencio es aún más cautivante.

La contradicción de usar un medio logorreico para hablar del silencio, es solo una más de las fabulosas contradicciones de este tiempo

Acá va una reflexión de George Steiner sobre el silencio y la logorrea moderna, es el final de su ensayo "El silencio y el poeta":


Éstas no son fantasías macabras ni paradojas para lógicos. La cuestión de si el poeta debe hablar o callar, de si el lenguaje está en condiciones de casar con sus necesidades, es una cuestión real. «Ninguna poesía después de Auschwitz», dijo Adorno, y Sylvia Plath plasmó el significado latente de esta afirmación de una manera al mismo tiempo histriónica y profundamente sincera. ¿Ha perdido nuestra civilización en virtud de la inhumanidad que implantó y que justificó -somos cómplices de lo que nos deja indiferentes- el derecho a ese lujo indispensable que llamamos literatura? No para siempre, no en todas partes, sino sólo aquí y ahora, como la ciudad sitiada que pierde el derecho a la libertad del viento y a la frescura vespertina fuera de sus murallas.
No digo que los escritores deban dejar de escribir. Esto sería fatuo. Me pregunto si no están escribiendo demasiado, si el diluvio de letra impresa a través del cual luchamos por abrirnos paso, aturdidos, no representa por sí mismo una subversión del significado. «Una civilización de palabras es una civilización malsana.» Es una civilización en la que la inflación constante de la moneda verbal ha devaluado de tal modo lo que antes fuera un acto numinoso de comunicación que
lo válido y lo verdaderamente nuevo ya no pueden hacerse oír. Cada mes debe fabricar su obra maestra, de manera que las prensas empujan a la mediocridad a un esplendor espurio y transitorio. Los científicos nos dicen que es talla invasión de publicaciones especializadas monográficas, que pronto las bibliotecas habrán de tener que colocarse en órbita, dando vueltas en torno de la tierra y sujetas a la consulta por medios electrónicos. La proliferación de la verborrea en la
investigación humanística, las trivialidades maquilladas de erudición o de revaluación crítica amenazan con obliterar la obra de arte y la exigente inmediatez del encuentro personal, base de toda crítica verdadera. También hablamos en exceso, con demasiada ligereza, volvemos público lo que es privado, convertimos en clichés de falsa certeza lo que era provisional, interino, y por consiguiente vivo en el hemisferio oscuro de la palabra. Vivimos en una cultura que es, de manera creciente, una gruta eólica del chismorreo; chismes que abarcan desde la teología y la política hasta una exhumación sin precedentes de las cuitas personales (la terapia psicoanalítica es la gran retórica del chis morreo). Este mundo no terminará en llanto y crujir de dientes sino
en un titular de periódico, en un eslogan, en un novelón soez más ancho que los cedros del Líbano. En el chorro abundante de la producción actual, ¿cuándo se convierten las palabras en palabra? .Y dónde está el silencio necesario para escuchar esa metamorfosis?
El segundo aspecto es político, en el sentido básico del término. Es preferible que el poeta se corte la lengua a que ensalce lo inhumano, ya sea por medio de su apoyo o de su incuria. Si el régimen totalitario es tan eficaz que cancela toda posibilidad de denuncia, de sátira, entonces que calle el poeta (y que los eruditos dejen de editar a los clásicos a unos kilómetros de los campos de concentración). Debido precisamente a que es el sello de su humanidad, a que es lo que hace
del h?mbre un ser, un ser ávidamente inquieto, la palabra no debe tener Vida natural, no debe tener un santuario neutral en los lugares y en el tiempo de la bestialidad. El silencio es una alternativa. Cuando en la polis las palabras están llenas de salvajismo y de mentira, nada más resonante que el poema no escrito.
«Pero éstas [las sirenas] tienen un arma más terrible aún que el canto>" escribió Kafka en sus Parábolas* «y es su silencio. Aunque no ha sucedido, es quizás imaginable la posibilidad de que alguien se haya salvado de su canto, pero de su silencio ciertamente no».

¡Qué silencio tuvo que haber en aquel mar; qué preparado tenía
que estar para el milagro de la palabra... !
 

miércoles, 13 de abril de 2011

El laberinto de la Democracia


El reciente debate parlamentario en Uruguay sobre la derogación (eufemizada bien a lo uruguayo como “interpretación”) de la Ley de Caducidad, deja en claro el complejo proceso por el que se sostiene el imaginario social democrático. No es casual que sea Uruguay el escenario de esta puesta en escena. Una nación que hizo de su sistema institucional su “identidad”, su imaginario nacional, la “suiza de America”, el país más cívico del continente, y tantas otras arraigadas imagenes que circulan alrededor de la “democraticidad” uruguaya, ese apego vehemente a las instituciones, que así sin más, se vuelve un valor y un núcleo identitario. Pero este valor democrático tiene un lado opaco, el espejo reluce borroso por un costado. Alguna vez escuché a una uruguaya decir que eso que tanto les endulza a los ururguayos la oreja, a ella le suena como el culo, que eso de la “dictadura cívico-militar” es todavía peor, porque, decía esta uruguaya, “la bota se pone por la fuerza, no con la avenencia del pueblo”. Y este es el laberinto que deambulan hoy los uruguayos. Todo sería más simple si el Frente Amplio gobernante pusiera su juicio por un lado, y la oposición se le enfrentara decididamente, así, todo sería un poco más hollywoodense, estos de acá, aquellos de allá, estos me gustan, estos no, sí, no. Pero el asunto es más enrevesado, el debate parlamentario generó múltiples posiciones que no pueden ser reducidas a un a favor o en contra, multiplicidad cuyo paradigma es la resolución del senador frenteamplista del CAP-L, Fernández Huidobro, quien anunció melodramáticamente en plena sesión, que procedería a votar a favor siguiendio la línea del FA (y su propia conviccion moral, hay que aclarar) pero que a su vez renunciaba a su banca por “coherencia moral”, por sentir que estaba traicionando al pueblo uruguayo. Fernández Huidobro, ponía en el tapete los plebiscitos democráticos que en dos ocasiones (1989, 2009) resultaron en contra de la derogación. Fernández Huidobro expresaba que si la “voluntad popular” había sido manifestada el parlamento no podía obrar contrariamente. Respuestas de todo tipo fueron esgrimidas durante las 12 horas de debate, desde que el parlamento era la institución elegida por el pueblo para legislar, hasta la frase de Tabaré Vazquez, respecto a que “el pueblo no siempre tiene la razón”. Lo interesante de este conflicto político y moral (tal como se ve en la renuncia de Fernández Huidobro) es que deja en claro las bifurcaciones y límites del imaginario democrático. Si el pueblo elige representantes, cualquier desición parlamentaria, estaría sostenida popularmente, si el pueblo se manifiesta de un modo más directo, en este caso con un plebiscito, esta expresión no podría ser (¿o sí?) contravenida por sus representates. Si una norma aprobada por el parlamento (por ende por el pueblo) contraviene la norma jurídica vigente, o incluso si una ley promulgada parece contravenir la carta magna, ¿donde subyace el poder popular para resolver esta bifurcación? ¿sólo en la Justicia? ¿entonces la máxima representatividad popular esta vicarizada en una institución no elegida directamente por el pueblo? Y todavía más trascendente aún, si un congresista como Fernández Huidobro, piensa y está convencido de la necesidad y utilidad de una ley como la de “intepretación-derogación” debatida recientemente, ¿debe seguir sus convicciones o deliberar si las mismas responden a la “voluntad popular”?. La Justicia, la experiencia subjetiva de lo justo, y no ya el sistema judicial institucionalizado, debería constituir el principio absoluto de razonamiento de cualquier hombre, máxime de un congresista, independendientemente de si éste responde a un porcentual mayor o menor de la población, esa misma que en apariencia sus acciones representan. El problema no radica en el grado de representatividad ejercido por los agentes de la democracia, si no en los valores individuales que deben poner en accion el mecanismo, cualquier sistema institucional, debe ser operado por individuos cuyos juicios particulares no se someten más que a su propio razonamiento. El bien comun siempre depende de acciones individuales, y jamás podrá estar garantizado a partir de la negación de la propia individualidad. Si Fernández Huidobro concibe la Ley de Caducidad como una de las “mayores vergüenzas” del Uruguay (lo cual efectivamente se desprende de sus ejercicios políticos previos) ir en contra de la “voluntad popular” plebiscitada, conduce, aunque superficialmente resulte paradójico, al bien comun, a lo “mejor” para esa voluntad popular. Jamás la “democraticidad”, la “institucionalidad”, la “uruguayidad”, puede resultar un valor superior a la Justicia, aun, cuando esto implique ser injusto con la voluntad de la mayoría.

sábado, 29 de enero de 2011

PROMESAS ROTAS

Esta vez dejo una reflexión ajena sobre el documental "Promesas" de BZ Goldberg y otros (EEUU 2001), el documental es tan impresionante y el comentario que copio, tan acertado y lúcido, que cualquier palabra que pudiera agregar estaría de mas. (en los enlaces hay links para verlo online doblado al español o para descargarlo con idioma original)

LINK DE DESCARGA (versión con idioma original) --> http://www.taringa.net/posts/tv-peliculas-series/1996169/Equot_PromesasEquot_-Documental-sobre-el-conflicto-Israel.html



María dijo...
La película es maravillosa, tiene escenas inolvidables, como la niña que con enorme paciencia y tenacidad intenta separar dos sillas de plástico apiladas mientras va desgranando su futura vida como ama de casa, madre y esposa; la escena de Faraj llorando porque cuando acabe de rodarse el documental y se marche B.Z. (quien tampoco puede reprimir las lágrimas) no volverá a ver a Yarko y Daniel; la desolación de la visita a la cárcel donde está recluido el padre de Sanabel y la propia Sanabel, una niña de una enorme humanidad que puede dar lecciones a los adultos; la escena, casi surrealista, de Moishe explicando, con el rollo de la Torá en la mano, que esa tierra es de los judíos. Muy emotiva la escena de la visita de Faraj y su abuela, llave de la casa en mano, al lugar donde estuvo su aldea.
Es desalentador escuchar a niños, como Moishe (judío) o Mahmoud (palestino) víctimas, no ya de las balas y las bombas, sino del veneno de la intransigencia, el odio y los prejuicios inoculados por los adultos y la sociedad que les rodea. Es muy significativa la escena donde B.Z. le declara que es judío y Mahmoud se resiste a creerle, algo se descoloca en su interior.
Me ha parecido magistral el montaje. Gracias a una inteligente alternancia de las escenas, de los espacios, interiores y exteriores y de los distintos planos e introduciendo elementos como fotografías en blanco y negro, mapas e imágenes antiguas, ha conseguido “retratar” el conflicto en su dimensión humana actual, desde la visión infantil, pero sin escatimar su dimensión histórica, imbricando lo cotidiano con lo que lo trasciende.
La película mantiene la tesis de que en los territorios palestinos ocupados por Israel y en el propio Israel la promesa de un futuro en paz está en los niños y niñas, pero también transmite la idea de que ese futuro sólo llegará a ser una realidad si se les educa en el respeto y valoración de los otros, en y para la paz y la solidaridad, para compartir, para convivir "interculturalizados", si les dan oportunidades para el encuentro, el conocimiento y el reconocimiento mutuos, si se les educa en el rechazo a las identidades bunkerizadas, la intolerancia religiosa, los prejuicios raciales, si se destierran el miedo, el odio y la violencia. La conjunción de estos valores trabajados desde la infancia darán como resultado, desde abajo y en profundidad, la paz y la seguridad para todos. Pero en las circunstancias actuales la mayoría de los adultos no están en condiciones de ofrecer a las niñas y niños una educación que apunte en esa dirección. Ni a corto ni a medio plazo estará ahí la salida al conflicto.
En la presión internacional radica otra posible, aunque de distinta naturaleza, salida al conflicto. Un elemento clave en este sentido, ya probado con éxito en Sudáfrica, sería ligar las asociaciones económicas, políticas y militares con Israel a la aplicación del derecho y las resoluciones internacionales. El propio acuerdo de asociación entre la UE e Israel prevé la posibilidad de suspenderlo en caso de violación de su artículo 2 “las relaciones entre las partes, al igual que todas las disposiciones del presente acuerdo, se basan en el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos, que guían su política interior e internacional y constituyen un elemento esencial de este acuerdo”. El Parlamento europeo pidió en 2002 la suspensión de dicho acuerdo, pero la Comisión y el Consejo tumbaron la iniciativa (una prueba más del déficit democrático de la UE). Ni la UE en su conjunto, ni EEUU, ni la Federación de Rusia, ni China, por motivos económicos, geoestratégicos, neocoloniales e incluso tal vez por mala conciencia histórica, tienen de momento la más mínima intención de avanzar por este camino. Y la Liga de los Países Árabes está profundamente dividida en este asunto y es incapaz de adoptar una postura común. Pero siendo esto grave, lo es más que los países democráticos y civilizados del mundo practiquen el doble rasero, según si se trata de Palestina (perdón, de los territorios palestinos ocupados por Israel) o de Israel y que en declaraciones oficiales de altos dirigentes políticos recogidas por todos los medios de comunicación aparezca la masacre de Gaza como una acción defensiva de Israel. Queda descartada la presión de los gobiernos y países democráticos y civilizados del mundo por ahora.
Desechemos también, por más que improbable, la intervención unánime de los dioses de la zona, Yahvé, Dios y Allah en pro de la paz.
¿Quién queda para ayudar a los palestinos? Los ciudadanos y ciudadanas del mundo, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres no cegados por discursos falseadores ni paralizados por su opulencia, que movidos por su humanidad, su compasión y su rabia exijan al gobierno de Israel y a los israelíes, pongan fin a tanto sufrimiento y exijan a sus propios gobiernos que rompan lazos con Israel hasta que respete el derecho de los palestinos a los árboles, al agua, al aire, a la luz, a la esperanza, a un territorio sin muros ni alambradas, a una vida digna.

martes, 11 de enero de 2011

Arte y Moral




León Ferrari crucifica a Jesús; ni siquiera es el hecho mismo de restaurar una flagelación aberrante lo que enfurece a algunos. Se trata del ofensivo cambio que el artista ha operado: en lugar de cruz de madera hay un avión de plástico. La pureza inconmensurable del ícono pareciera impelerlos a su preservación impoluta, sobre todo ante la prosaica costumbre de corrupción del arte laico moderno. La religión secuestrada y monopolizada por unos pocos proclama la escisión radical con el arte; o bien denuncia a viva voz la perversión contemporánea de un arte denigrante y ofensivo, alejado, pareciera, abismalmente de su original esencia, a punto tal que hoy es capaz de blasfemar lo más sagrado sin mayor escrúpulo. Pero ¿cuál es esta esencia “original” si acaso existe?
Una artista semi-chic hace jabones de su propia grasa y los vende a cien dólares cada uno homenajeando en simultaneo a David Fincher y al capitalismo post-industrial. La televisión, guía espiritual de la democracia occidental, se encarga de acercar las inquietudes candentes de la comunidad judía que ve resucitar su tradicional dolor ante la alusión nazi de la artista. Hacer jabones con cualquier parte del cuerpo humano, incluso con una oreja no-judia, es simbolizar al nazismo. Y el nazismo ha sido meticulosamente diagramado para su normatizada representación humanitaria: la victima sólo puede aparecer junto a su victimario pues de modo contrario se estaría omitiendo su verdad.
El respeto frente al dolor humano dicta pautas que conducen a delinear, aunque sólo se trate de un dibujo a lápiz y con esfumina, los obtusos límites que deambulan entre lo moral privado y lo inmoral público. ¿Pintaría cuerpos carbonizados de Cromañon? ¿Esculpiría una picana flagelando carne inocente? ¿Y si creyera que esto permite revelar una verdad de la cual el dolor sólo es su superficie? ¿Si creyera que esta verdad es útil para conocer aquello que cada uno aporta de sí al mundo circundante? ¿Si creyera que este arte inmoral es útil para revelar la inmoralidad humana al no esconderla tras una esforzada moral, sino representándola ante el mismo mundo que la engendró y que la ve hacer?
Quizá no lo haría tampoco. Lo inefable del alma impide ciertas verdades cuyo valor no logra superar el umbral del dolor. Pero esta salvedad ¿hace a semejante arte inmoral? ¿inútil? ¿inconfesable? Y todavía más ¿es el fin del arte la moral? ¿debe el arte servir al desarrollo de una moral? ¿una moral que según se la mire puede ser el origen de un genocidio eurocéntrico como de una tortura tercermundista?
No. El arte no es propedéutico, o si lo es, su misión no responde a una moral externa, objetiva, sino a su particular ethos: la ética de servir a la revelación del mundo, a su revelación no por medio del conocimiento (violento instrumento de sumisión) sino por medio de su actuación: el arte debe revelar el mundo actuándolo, diciéndolo. Es su carácter performativo lo que le permite escapar, hasta donde pueda, de la violencia del mundo. Y si el arte posee algún escrúpulo éste no proviene mas que del respeto que el dolor prescribe en tanto individuo, a cada sujeto singular, dejando libre a cada ser de su propia determinación. Pero más allá de este respeto, que sólo puede ser monopolizado por el artista, el arte no posee mas compromiso que aquel por el cual se reinserta en el mundo: su revelación de verdad.
Esta libertad del arte es su propia debilidad. Una obra, un nombre, un símbolo puede ser cooptado y manipulado en cualquier dirección, pero siempre existirá la libertad del artista de renunciar a su obra (“obcecación y desplazamiento” Barthes dixit). Jamás el arte se rebajará a una insignificante política propedéutica o a un superestructural vicarismo profético, a menos que quiera renunciar al verdadero poder que su ética inmanente le adscribe. Su verdadero compromiso será la revelación y ruptura con cualquiera de los ordenes que nos sujetan y nos ciegan: éste es y seguirá siendo el único y verdadero arte comprometido.
Y aun reconociendo un limite en la moral interna del artista, individuo éste que inutilmente suele luchar con su propia moralidad, al mismo tiempo es posible reconocer la imperiosa necesidad de recuperar una identidad que se pierde en la maraña de dispositivos de poder que las sucesivas morales históricas imponen en la conformación de nuestras individualidades. Podemos sucumbir a un escrupulo personal y a la ingenuidad de creerlo propio, pero siempre existe la posibilidad de desarmar nuestra propia voz e indagar en esa oscura mascara que dice. El arte, así, se vuelve una herramienta imprescindible para este desaprendizaje.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Pueblos ¿Originarios?


Los medios cubren hoy, todos con la misma brevedad y efimeridad que demanda el consumo mercantil de noticias, la represión estatal-provincial de aborígenes qom en Formosa, con muertos aborígenes (imposible confirmar el numero por la falta de datos y la renuencia de la comunidad qom a dejarse atrapar por estadísticas u hospitales “argentinos”) y un oficial de policia muerto. Todos con heridas de bala cuyo calibre concuerda con las armas reglamentarias de los mismos oficiales encargados de desalojar (sentí aquí la tentación de colocar comillas como más arriba en “argentinos” pero considero que ya no hacen falta; cualquier eufemismo será rapidamente reconocido por el lector) a los aborígenes ante una orden judicial.
El hecho en sí es conocido por su insistencia en repetirse cíclica y regularmente, no obstante los vaivenes e interrupciones del interés publico y mediático. Un conflicto de intereses territoriales, la posesión legal del territorio en tanto bien privado suscita la judicialización de un conflicto entre X que reclama poseer el “derecho” (otra vez comillas pero esta vez sirven para marcar la bivalencia de “derecho” en tanto la veracidad y moralidad del reclamo, y en tanto su adscripción al marco y la institucionalidad judicial del Estado) sobre tal delimitación territorial y una comunidad aborigen que afirma poseer el derecho no A LA tierra, sino a su usufructo y habitabilidad. X sostiene ser el dueño legal de tal bien, la comunidad Y sostiene que no hay tal bien, sino el suelo en el que siempre vivieron y del que siempre vivieron. Lo que en teoría es un litigio judicial en términos de posesión de la propiedad, desde la óptica alterna aborigen reviste el carácter de un litigio por los términos en que un aparato y una episteme alterna se adjudican prerrogativas sobre su praxis vital.
No se trata siquiera de los límites del poder estatal respecto a la esfera del dominio privado, se trata de dos sistemas ideologicos, y praxis vitales contrapuestas. La regulación de derechos aborigenes con el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Argentina (Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.) simplemente coopta esta alteridad conflictiva regulándola (inscribiéndola) en el aparato institucional del estado, y así la “justicia” de un reclamo como el de la comunidad qom pasa de ser una disputa entre una praxis vital “preexistente” como engañosamente reconoce la constitución, y otra contrapuesta y radicalmente diferente, a ser un litigio “jurídico” sobre la posesión de un bien, por parte de dos instancias sub-estatales, con lo que se desplaza la preexistencia hacia el Estado, con sus subsecuentes prerrogativas.
Que luego salgan a hablar soldaditos de papel como D'Elia defendiendo el reclamo de los compañeros indiecitos, o que la presidenta para ponerle mas color (el color de las plumitas del jefe sioux) a su fiestita bicentenaria, monte un show recibiendo a las comunidades aborígenes en la Rosada y les prometa reconocer sus “derechos”, sólo refuerza esta fantochada estatal que nunca reconoció (ni reconocerá puesto que su misma existencia niega cualquier alteridad para-estatal) la praxis vital de miles de comunidades relegadas a los margenes y pliegues de la imaginación nacional, ocultos por entre los dobleces de la nación se encuentran los parias del nuevo siglo, ya no pobres, ni marginales condenados por la explotación del mercado capitalista, sino fantasmas silenciados por un Estado que les niega cualquier entidad por fuera de la jaula de hierro.
Así lo que alguna vez fue la mayor vergüenza del peronismo y de la Historia Argentina, el llamado Malón de la Paz, hoy es vuelto a meter en los esqueletos y despojos de los ferrocarriles nacionales, expulsados del centro de una imagen de la Nación que repele cualquier interferencia o acorde disruptivo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Vacuidades mugientes

Vaciar al peronismo sería el sueño de King Kong, si acaso los monos supieran soñar o hacer algo más que trepar monoblocks, derribar aeronaves vetustas o imitar a los hombres. ¿Pero cómo empezar siquiera? ¿por cual “peronismo”? ¿el de allá? ¿acá? ¿más allá?
El peronismo no puede ser liquidado (ni siquiera negado) porque no existe. El gran legado de Perón fue dejar un país apoyado en un signo vacío, un signo elusivo, capaz de mutar más rápido que los virus diseñados en compañías publicitarias por las farmacéuticas internacionales. Un signo capaz de volverse cualquier cosa... precisamente porque esta vacío. Peronista puede ser, es, podría ser, De Narvaez; D' Elia; Chiche; el Turco; lanchita Scioli; Capusoto; ¡hasta el Tetris es peronista!!
Gran ventaja de una estructura indestructible y “condenada al exito”, como dijese la cabeza más grande del peronismo vacuo. Es fácil, no se puede destruir lo que no se sabe, lo que no se puede ver, capturar, comprender, determinar. Por eso es que en un país tan grande, con tanto pasto y vacuidades mugientes, cambiar un gobierno, incluso vender la ilusión del cambio mismo como podría ser el lema de campaña de la Unidad de Célebres Retrasados, no importa más que si las vaquitas cambiaran el fondo blanco con manchitas negras por fondo negro con manchitas blancas. Cada cuatro años (por ahora) el gran ganado patrio es acarreado a las rezongadas o mugiendo alegre y retozón, hacia la faena cutrianual en que se le pide haga acto de presencia para poder volver ordenadito y ordeñado a sus quehaceres vacu(n)os.
Cada tanto las vaquitas se espantan cuando el olor fuerte o los gritos histriónicos del patrón azuzan los borregos, pero siempre detrás de la mente vacuna está el horizonte sin fin de la tierra patria, lisita y sin grandes sobresaltos, con mucho pasto y poco tiempo para perderse preguntando.
Gran proyecto el del General y la Generala, un país lleno de vacas con gorro de obrero, y torinos colorados (perdón rojos) para ir de paseo los domingos, y torinos tintos para soliviantar a las hembras paridoras renegadas, y para endulzar la siesta nacional que tanto supo cultivar el padre de la patria.

¡argentinos (y argentinas) salud! ¡por doscientos años más de peronismos y vacuidades!!

El gorila peronista

domingo, 7 de noviembre de 2010

de Antagonismos, Belicosidades y otras yerbas...

Últimamente escucho mucho lo del "odio", la "confrontación", la "división de los argentinos" , y por supuesto , la muletilla de moda en el siglo XXi argentino, "el revanchismo".
Diagramar el mapa político como un campo de batalla entre dos fuerzas en pugna, le es fructífero, mas que fructífero, ideal y FUNDAMENTAL a los dos polos del juego nacional coyuntural (k vs. anti-k). Lo cual desnuda las miserias de ambos lados, los de allá, ex-delincuentes, ex-presidentes, ex-radicales, ex-personas, que añoran los tiempos en que a ellos les tocaba morder la torta, o los que nunca la pudieron morder y ahora con una figura idonea para el ring político, encontraron la formula para aparecer en escena, colgarse los guantes y ser rivales, sin importar mucho lo que este enfrente, basta con ser lo opuesto, el antagonista, el "otro" para por lo menos ser "alguien", (antes se era nada ahora por lo menos...)
Cada cual sabrá colocar en cada casillero el nombre justo.
Del otro lado, el pelotón oficial, el que cuenta con el handicap del aparato-Estado, el que supo armar un Goliat desde la nada austral misma. El que entendió mejor que nadie (una destreza insólita para tanta mediocridad noventista rodeada de autos, deportistas, abrigos de piel, y cohetes estratoféricos) que la forma de construir poder en el siglo XXI argentino, era cambiar el mapa por uno donde los extremos fueran bien nítidos, de un lado toda esa lacra podrida que la gente había echado a patadas en 2001, del otro... bastaba con construir aquel lado para que el enfrente, el "otro" brillara sin necesidad de esfuerzo alguno. Y entonces la sociedad se repolitizó, tomo partido, las señoras aburridas empezaron a llenarse la boca de palabras oscuras, sucias, antiguas, con pelo, con mucho pelo....
Y en el medio la escenografía falsa, el maquillaje y el decorado de cartón, desparecieron.... lo que era nada más que la misma triste historia in-justicialista de toda la vida, cobro un nuevo aura con el cual decorar y aplacar la estructura delictiva que tanto había crispado a la gente y tornado inviable el modelo político.
Astucia pura y gran destreza, (también sustento cuasi-pseudo-intelectual de señores letrados con pañuelo inglés como Laclau y el populismo posmo de los claustros de Essex)
Los señores y señoras bien gritan afuera desde el zaguán, los pibes aburridos y sin posibilidad de ejercer el derecho a politizar llenan las plazas para esquilar todo lo que huela a rancio y tenga pelo duro, simiesco....
y Así llegamos a la pobreza estructural que nunca cambia, y la pobreza mental que impide que algunos como Solanas entienda que no basta con oponerse, que acercarse a la basura ensucia, que denunciar no alcanza pero que tirar toscas desde la mugre "cívica" y "federal" siempre pero siempre es peor.
Lastima, ganan todos... perdemos todos... ellos siguen con el juego con otras reglas y nuevo decorado, pero el mismo juego de siempre... la gente puede retomar una pulsión política que le habían cercenado...
y los que viven abajo de las plazas y los balcones siguen esperando algo más que la limosna "divina" y universal que les toca en suerte.

Rescato un párrafo de Tenenbaum (que suele aburrirme con la tibieza progre, pero que en un escenario vacío como este...)



Es notable, entre otros rasgos, cómo los fanáticos, los que odian, empiezan por justificarse en el odio de los otros. Es una de las características estructurales del odio. Ninguna persona que odia supone que su sentimiento tiene que ver con miserias propias. Al contrario, es una reacción noble, razonable y ética, frente al odio ajeno, que siempre es miserable. El que odia a Kirchner o a Cristina lo hace en respuesta al odio de ellos. El que odia a los opositores o a los críticos o a los disidentes, lo hace porque se siente tan odiado que no tiene más remedio. Es una consecuencia necesaria y elogiable. El que odia necesita del odio del otro. Hay odio malo, el de los otros, y bueno, reparador, el nuestro. Es una relación dialéctica, como la del amo y el esclavo. Si no hay otro que nos odia, entonces nuestro odio parece delirante. A veces, no es necesario inventar nada. El odio existe. Otras veces se construye el odio ajeno, se lo magnifica, se toman manifestaciones muy parciales y se las presenta como si fueran generales. O se agranda todo y cualquier opinión pasa a ser parte de una conspiración. O se lo provoca una y otra vez hasta que surge. Y entonces, sí, es una fiesta. Porque podemos odiar tranquilos.

Insisto: los que odian no son, a priori, kirchneristas ni antikirchneristas. Hay, en los dos sectores, montones de personas moderadas, que hacen lo imposible por no ser arrastrados hacia el barro. Y personas que odian. La radicalización del proceso político fortalece a los halcones de ambos lados, y tironea o aísla a las personas racionales. Mientras tanto, transforma todo pensamiento libre en sospechoso, en un objetivo a combatir.

En el medio de todo esto, eso es un fenómeno nuevo, hay dirigentes –moderados en otros tiempos, cínicos siempre– que empiezan a percibir que el odio es un negocio, que hay gente que lo aplaude, que se pueden trepar un par de escalones más con esa herramienta y entonces coquetean con él, lo alimentan, lo habilitan, lo legitiman. No les importa la juventud. No les importa el futuro. Saben con qué están jugando. Pero es la historia de sus vidas: buscar qué hay que decir para trepar un poquito más y un poquito más y otro poquito vaya a saber hasta dónde. Hay que verlos: antes susurraban y ahora sobreactúan; antes argumentaban, ahora usan un tono admonitorio.