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domingo, 7 de noviembre de 2010

de Antagonismos, Belicosidades y otras yerbas...

Últimamente escucho mucho lo del "odio", la "confrontación", la "división de los argentinos" , y por supuesto , la muletilla de moda en el siglo XXi argentino, "el revanchismo".
Diagramar el mapa político como un campo de batalla entre dos fuerzas en pugna, le es fructífero, mas que fructífero, ideal y FUNDAMENTAL a los dos polos del juego nacional coyuntural (k vs. anti-k). Lo cual desnuda las miserias de ambos lados, los de allá, ex-delincuentes, ex-presidentes, ex-radicales, ex-personas, que añoran los tiempos en que a ellos les tocaba morder la torta, o los que nunca la pudieron morder y ahora con una figura idonea para el ring político, encontraron la formula para aparecer en escena, colgarse los guantes y ser rivales, sin importar mucho lo que este enfrente, basta con ser lo opuesto, el antagonista, el "otro" para por lo menos ser "alguien", (antes se era nada ahora por lo menos...)
Cada cual sabrá colocar en cada casillero el nombre justo.
Del otro lado, el pelotón oficial, el que cuenta con el handicap del aparato-Estado, el que supo armar un Goliat desde la nada austral misma. El que entendió mejor que nadie (una destreza insólita para tanta mediocridad noventista rodeada de autos, deportistas, abrigos de piel, y cohetes estratoféricos) que la forma de construir poder en el siglo XXI argentino, era cambiar el mapa por uno donde los extremos fueran bien nítidos, de un lado toda esa lacra podrida que la gente había echado a patadas en 2001, del otro... bastaba con construir aquel lado para que el enfrente, el "otro" brillara sin necesidad de esfuerzo alguno. Y entonces la sociedad se repolitizó, tomo partido, las señoras aburridas empezaron a llenarse la boca de palabras oscuras, sucias, antiguas, con pelo, con mucho pelo....
Y en el medio la escenografía falsa, el maquillaje y el decorado de cartón, desparecieron.... lo que era nada más que la misma triste historia in-justicialista de toda la vida, cobro un nuevo aura con el cual decorar y aplacar la estructura delictiva que tanto había crispado a la gente y tornado inviable el modelo político.
Astucia pura y gran destreza, (también sustento cuasi-pseudo-intelectual de señores letrados con pañuelo inglés como Laclau y el populismo posmo de los claustros de Essex)
Los señores y señoras bien gritan afuera desde el zaguán, los pibes aburridos y sin posibilidad de ejercer el derecho a politizar llenan las plazas para esquilar todo lo que huela a rancio y tenga pelo duro, simiesco....
y Así llegamos a la pobreza estructural que nunca cambia, y la pobreza mental que impide que algunos como Solanas entienda que no basta con oponerse, que acercarse a la basura ensucia, que denunciar no alcanza pero que tirar toscas desde la mugre "cívica" y "federal" siempre pero siempre es peor.
Lastima, ganan todos... perdemos todos... ellos siguen con el juego con otras reglas y nuevo decorado, pero el mismo juego de siempre... la gente puede retomar una pulsión política que le habían cercenado...
y los que viven abajo de las plazas y los balcones siguen esperando algo más que la limosna "divina" y universal que les toca en suerte.

Rescato un párrafo de Tenenbaum (que suele aburrirme con la tibieza progre, pero que en un escenario vacío como este...)



Es notable, entre otros rasgos, cómo los fanáticos, los que odian, empiezan por justificarse en el odio de los otros. Es una de las características estructurales del odio. Ninguna persona que odia supone que su sentimiento tiene que ver con miserias propias. Al contrario, es una reacción noble, razonable y ética, frente al odio ajeno, que siempre es miserable. El que odia a Kirchner o a Cristina lo hace en respuesta al odio de ellos. El que odia a los opositores o a los críticos o a los disidentes, lo hace porque se siente tan odiado que no tiene más remedio. Es una consecuencia necesaria y elogiable. El que odia necesita del odio del otro. Hay odio malo, el de los otros, y bueno, reparador, el nuestro. Es una relación dialéctica, como la del amo y el esclavo. Si no hay otro que nos odia, entonces nuestro odio parece delirante. A veces, no es necesario inventar nada. El odio existe. Otras veces se construye el odio ajeno, se lo magnifica, se toman manifestaciones muy parciales y se las presenta como si fueran generales. O se agranda todo y cualquier opinión pasa a ser parte de una conspiración. O se lo provoca una y otra vez hasta que surge. Y entonces, sí, es una fiesta. Porque podemos odiar tranquilos.

Insisto: los que odian no son, a priori, kirchneristas ni antikirchneristas. Hay, en los dos sectores, montones de personas moderadas, que hacen lo imposible por no ser arrastrados hacia el barro. Y personas que odian. La radicalización del proceso político fortalece a los halcones de ambos lados, y tironea o aísla a las personas racionales. Mientras tanto, transforma todo pensamiento libre en sospechoso, en un objetivo a combatir.

En el medio de todo esto, eso es un fenómeno nuevo, hay dirigentes –moderados en otros tiempos, cínicos siempre– que empiezan a percibir que el odio es un negocio, que hay gente que lo aplaude, que se pueden trepar un par de escalones más con esa herramienta y entonces coquetean con él, lo alimentan, lo habilitan, lo legitiman. No les importa la juventud. No les importa el futuro. Saben con qué están jugando. Pero es la historia de sus vidas: buscar qué hay que decir para trepar un poquito más y un poquito más y otro poquito vaya a saber hasta dónde. Hay que verlos: antes susurraban y ahora sobreactúan; antes argumentaban, ahora usan un tono admonitorio.

1 comentario:

  1. Es cierto...un odio tan radicalizado y apuntando a un otro...prefiero la rabia. Ella me permite rabiar hasta de mi misma!Hagámosle el amor a la rabia.

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