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viernes, 26 de noviembre de 2010

Pueblos ¿Originarios?


Los medios cubren hoy, todos con la misma brevedad y efimeridad que demanda el consumo mercantil de noticias, la represión estatal-provincial de aborígenes qom en Formosa, con muertos aborígenes (imposible confirmar el numero por la falta de datos y la renuencia de la comunidad qom a dejarse atrapar por estadísticas u hospitales “argentinos”) y un oficial de policia muerto. Todos con heridas de bala cuyo calibre concuerda con las armas reglamentarias de los mismos oficiales encargados de desalojar (sentí aquí la tentación de colocar comillas como más arriba en “argentinos” pero considero que ya no hacen falta; cualquier eufemismo será rapidamente reconocido por el lector) a los aborígenes ante una orden judicial.
El hecho en sí es conocido por su insistencia en repetirse cíclica y regularmente, no obstante los vaivenes e interrupciones del interés publico y mediático. Un conflicto de intereses territoriales, la posesión legal del territorio en tanto bien privado suscita la judicialización de un conflicto entre X que reclama poseer el “derecho” (otra vez comillas pero esta vez sirven para marcar la bivalencia de “derecho” en tanto la veracidad y moralidad del reclamo, y en tanto su adscripción al marco y la institucionalidad judicial del Estado) sobre tal delimitación territorial y una comunidad aborigen que afirma poseer el derecho no A LA tierra, sino a su usufructo y habitabilidad. X sostiene ser el dueño legal de tal bien, la comunidad Y sostiene que no hay tal bien, sino el suelo en el que siempre vivieron y del que siempre vivieron. Lo que en teoría es un litigio judicial en términos de posesión de la propiedad, desde la óptica alterna aborigen reviste el carácter de un litigio por los términos en que un aparato y una episteme alterna se adjudican prerrogativas sobre su praxis vital.
No se trata siquiera de los límites del poder estatal respecto a la esfera del dominio privado, se trata de dos sistemas ideologicos, y praxis vitales contrapuestas. La regulación de derechos aborigenes con el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Argentina (Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.) simplemente coopta esta alteridad conflictiva regulándola (inscribiéndola) en el aparato institucional del estado, y así la “justicia” de un reclamo como el de la comunidad qom pasa de ser una disputa entre una praxis vital “preexistente” como engañosamente reconoce la constitución, y otra contrapuesta y radicalmente diferente, a ser un litigio “jurídico” sobre la posesión de un bien, por parte de dos instancias sub-estatales, con lo que se desplaza la preexistencia hacia el Estado, con sus subsecuentes prerrogativas.
Que luego salgan a hablar soldaditos de papel como D'Elia defendiendo el reclamo de los compañeros indiecitos, o que la presidenta para ponerle mas color (el color de las plumitas del jefe sioux) a su fiestita bicentenaria, monte un show recibiendo a las comunidades aborígenes en la Rosada y les prometa reconocer sus “derechos”, sólo refuerza esta fantochada estatal que nunca reconoció (ni reconocerá puesto que su misma existencia niega cualquier alteridad para-estatal) la praxis vital de miles de comunidades relegadas a los margenes y pliegues de la imaginación nacional, ocultos por entre los dobleces de la nación se encuentran los parias del nuevo siglo, ya no pobres, ni marginales condenados por la explotación del mercado capitalista, sino fantasmas silenciados por un Estado que les niega cualquier entidad por fuera de la jaula de hierro.
Así lo que alguna vez fue la mayor vergüenza del peronismo y de la Historia Argentina, el llamado Malón de la Paz, hoy es vuelto a meter en los esqueletos y despojos de los ferrocarriles nacionales, expulsados del centro de una imagen de la Nación que repele cualquier interferencia o acorde disruptivo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Vacuidades mugientes

Vaciar al peronismo sería el sueño de King Kong, si acaso los monos supieran soñar o hacer algo más que trepar monoblocks, derribar aeronaves vetustas o imitar a los hombres. ¿Pero cómo empezar siquiera? ¿por cual “peronismo”? ¿el de allá? ¿acá? ¿más allá?
El peronismo no puede ser liquidado (ni siquiera negado) porque no existe. El gran legado de Perón fue dejar un país apoyado en un signo vacío, un signo elusivo, capaz de mutar más rápido que los virus diseñados en compañías publicitarias por las farmacéuticas internacionales. Un signo capaz de volverse cualquier cosa... precisamente porque esta vacío. Peronista puede ser, es, podría ser, De Narvaez; D' Elia; Chiche; el Turco; lanchita Scioli; Capusoto; ¡hasta el Tetris es peronista!!
Gran ventaja de una estructura indestructible y “condenada al exito”, como dijese la cabeza más grande del peronismo vacuo. Es fácil, no se puede destruir lo que no se sabe, lo que no se puede ver, capturar, comprender, determinar. Por eso es que en un país tan grande, con tanto pasto y vacuidades mugientes, cambiar un gobierno, incluso vender la ilusión del cambio mismo como podría ser el lema de campaña de la Unidad de Célebres Retrasados, no importa más que si las vaquitas cambiaran el fondo blanco con manchitas negras por fondo negro con manchitas blancas. Cada cuatro años (por ahora) el gran ganado patrio es acarreado a las rezongadas o mugiendo alegre y retozón, hacia la faena cutrianual en que se le pide haga acto de presencia para poder volver ordenadito y ordeñado a sus quehaceres vacu(n)os.
Cada tanto las vaquitas se espantan cuando el olor fuerte o los gritos histriónicos del patrón azuzan los borregos, pero siempre detrás de la mente vacuna está el horizonte sin fin de la tierra patria, lisita y sin grandes sobresaltos, con mucho pasto y poco tiempo para perderse preguntando.
Gran proyecto el del General y la Generala, un país lleno de vacas con gorro de obrero, y torinos colorados (perdón rojos) para ir de paseo los domingos, y torinos tintos para soliviantar a las hembras paridoras renegadas, y para endulzar la siesta nacional que tanto supo cultivar el padre de la patria.

¡argentinos (y argentinas) salud! ¡por doscientos años más de peronismos y vacuidades!!

El gorila peronista

domingo, 7 de noviembre de 2010

de Antagonismos, Belicosidades y otras yerbas...

Últimamente escucho mucho lo del "odio", la "confrontación", la "división de los argentinos" , y por supuesto , la muletilla de moda en el siglo XXi argentino, "el revanchismo".
Diagramar el mapa político como un campo de batalla entre dos fuerzas en pugna, le es fructífero, mas que fructífero, ideal y FUNDAMENTAL a los dos polos del juego nacional coyuntural (k vs. anti-k). Lo cual desnuda las miserias de ambos lados, los de allá, ex-delincuentes, ex-presidentes, ex-radicales, ex-personas, que añoran los tiempos en que a ellos les tocaba morder la torta, o los que nunca la pudieron morder y ahora con una figura idonea para el ring político, encontraron la formula para aparecer en escena, colgarse los guantes y ser rivales, sin importar mucho lo que este enfrente, basta con ser lo opuesto, el antagonista, el "otro" para por lo menos ser "alguien", (antes se era nada ahora por lo menos...)
Cada cual sabrá colocar en cada casillero el nombre justo.
Del otro lado, el pelotón oficial, el que cuenta con el handicap del aparato-Estado, el que supo armar un Goliat desde la nada austral misma. El que entendió mejor que nadie (una destreza insólita para tanta mediocridad noventista rodeada de autos, deportistas, abrigos de piel, y cohetes estratoféricos) que la forma de construir poder en el siglo XXI argentino, era cambiar el mapa por uno donde los extremos fueran bien nítidos, de un lado toda esa lacra podrida que la gente había echado a patadas en 2001, del otro... bastaba con construir aquel lado para que el enfrente, el "otro" brillara sin necesidad de esfuerzo alguno. Y entonces la sociedad se repolitizó, tomo partido, las señoras aburridas empezaron a llenarse la boca de palabras oscuras, sucias, antiguas, con pelo, con mucho pelo....
Y en el medio la escenografía falsa, el maquillaje y el decorado de cartón, desparecieron.... lo que era nada más que la misma triste historia in-justicialista de toda la vida, cobro un nuevo aura con el cual decorar y aplacar la estructura delictiva que tanto había crispado a la gente y tornado inviable el modelo político.
Astucia pura y gran destreza, (también sustento cuasi-pseudo-intelectual de señores letrados con pañuelo inglés como Laclau y el populismo posmo de los claustros de Essex)
Los señores y señoras bien gritan afuera desde el zaguán, los pibes aburridos y sin posibilidad de ejercer el derecho a politizar llenan las plazas para esquilar todo lo que huela a rancio y tenga pelo duro, simiesco....
y Así llegamos a la pobreza estructural que nunca cambia, y la pobreza mental que impide que algunos como Solanas entienda que no basta con oponerse, que acercarse a la basura ensucia, que denunciar no alcanza pero que tirar toscas desde la mugre "cívica" y "federal" siempre pero siempre es peor.
Lastima, ganan todos... perdemos todos... ellos siguen con el juego con otras reglas y nuevo decorado, pero el mismo juego de siempre... la gente puede retomar una pulsión política que le habían cercenado...
y los que viven abajo de las plazas y los balcones siguen esperando algo más que la limosna "divina" y universal que les toca en suerte.

Rescato un párrafo de Tenenbaum (que suele aburrirme con la tibieza progre, pero que en un escenario vacío como este...)



Es notable, entre otros rasgos, cómo los fanáticos, los que odian, empiezan por justificarse en el odio de los otros. Es una de las características estructurales del odio. Ninguna persona que odia supone que su sentimiento tiene que ver con miserias propias. Al contrario, es una reacción noble, razonable y ética, frente al odio ajeno, que siempre es miserable. El que odia a Kirchner o a Cristina lo hace en respuesta al odio de ellos. El que odia a los opositores o a los críticos o a los disidentes, lo hace porque se siente tan odiado que no tiene más remedio. Es una consecuencia necesaria y elogiable. El que odia necesita del odio del otro. Hay odio malo, el de los otros, y bueno, reparador, el nuestro. Es una relación dialéctica, como la del amo y el esclavo. Si no hay otro que nos odia, entonces nuestro odio parece delirante. A veces, no es necesario inventar nada. El odio existe. Otras veces se construye el odio ajeno, se lo magnifica, se toman manifestaciones muy parciales y se las presenta como si fueran generales. O se agranda todo y cualquier opinión pasa a ser parte de una conspiración. O se lo provoca una y otra vez hasta que surge. Y entonces, sí, es una fiesta. Porque podemos odiar tranquilos.

Insisto: los que odian no son, a priori, kirchneristas ni antikirchneristas. Hay, en los dos sectores, montones de personas moderadas, que hacen lo imposible por no ser arrastrados hacia el barro. Y personas que odian. La radicalización del proceso político fortalece a los halcones de ambos lados, y tironea o aísla a las personas racionales. Mientras tanto, transforma todo pensamiento libre en sospechoso, en un objetivo a combatir.

En el medio de todo esto, eso es un fenómeno nuevo, hay dirigentes –moderados en otros tiempos, cínicos siempre– que empiezan a percibir que el odio es un negocio, que hay gente que lo aplaude, que se pueden trepar un par de escalones más con esa herramienta y entonces coquetean con él, lo alimentan, lo habilitan, lo legitiman. No les importa la juventud. No les importa el futuro. Saben con qué están jugando. Pero es la historia de sus vidas: buscar qué hay que decir para trepar un poquito más y un poquito más y otro poquito vaya a saber hasta dónde. Hay que verlos: antes susurraban y ahora sobreactúan; antes argumentaban, ahora usan un tono admonitorio.