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- María dijo...
Es desalentador escuchar a niños, como Moishe (judío) o Mahmoud (palestino) víctimas, no ya de las balas y las bombas, sino del veneno de la intransigencia, el odio y los prejuicios inoculados por los adultos y la sociedad que les rodea. Es muy significativa la escena donde B.Z. le declara que es judío y Mahmoud se resiste a creerle, algo se descoloca en su interior.
Me ha parecido magistral el montaje. Gracias a una inteligente alternancia de las escenas, de los espacios, interiores y exteriores y de los distintos planos e introduciendo elementos como fotografías en blanco y negro, mapas e imágenes antiguas, ha conseguido “retratar” el conflicto en su dimensión humana actual, desde la visión infantil, pero sin escatimar su dimensión histórica, imbricando lo cotidiano con lo que lo trasciende.
La película mantiene la tesis de que en los territorios palestinos ocupados por Israel y en el propio Israel la promesa de un futuro en paz está en los niños y niñas, pero también transmite la idea de que ese futuro sólo llegará a ser una realidad si se les educa en el respeto y valoración de los otros, en y para la paz y la solidaridad, para compartir, para convivir "interculturalizados", si les dan oportunidades para el encuentro, el conocimiento y el reconocimiento mutuos, si se les educa en el rechazo a las identidades bunkerizadas, la intolerancia religiosa, los prejuicios raciales, si se destierran el miedo, el odio y la violencia. La conjunción de estos valores trabajados desde la infancia darán como resultado, desde abajo y en profundidad, la paz y la seguridad para todos. Pero en las circunstancias actuales la mayoría de los adultos no están en condiciones de ofrecer a las niñas y niños una educación que apunte en esa dirección. Ni a corto ni a medio plazo estará ahí la salida al conflicto.
En la presión internacional radica otra posible, aunque de distinta naturaleza, salida al conflicto. Un elemento clave en este sentido, ya probado con éxito en Sudáfrica, sería ligar las asociaciones económicas, políticas y militares con Israel a la aplicación del derecho y las resoluciones internacionales. El propio acuerdo de asociación entre la UE e Israel prevé la posibilidad de suspenderlo en caso de violación de su artículo 2 “las relaciones entre las partes, al igual que todas las disposiciones del presente acuerdo, se basan en el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos, que guían su política interior e internacional y constituyen un elemento esencial de este acuerdo”. El Parlamento europeo pidió en 2002 la suspensión de dicho acuerdo, pero la Comisión y el Consejo tumbaron la iniciativa (una prueba más del déficit democrático de la UE). Ni la UE en su conjunto, ni EEUU, ni la Federación de Rusia, ni China, por motivos económicos, geoestratégicos, neocoloniales e incluso tal vez por mala conciencia histórica, tienen de momento la más mínima intención de avanzar por este camino. Y la Liga de los Países Árabes está profundamente dividida en este asunto y es incapaz de adoptar una postura común. Pero siendo esto grave, lo es más que los países democráticos y civilizados del mundo practiquen el doble rasero, según si se trata de Palestina (perdón, de los territorios palestinos ocupados por Israel) o de Israel y que en declaraciones oficiales de altos dirigentes políticos recogidas por todos los medios de comunicación aparezca la masacre de Gaza como una acción defensiva de Israel. Queda descartada la presión de los gobiernos y países democráticos y civilizados del mundo por ahora.
Desechemos también, por más que improbable, la intervención unánime de los dioses de la zona, Yahvé, Dios y Allah en pro de la paz.
¿Quién queda para ayudar a los palestinos? Los ciudadanos y ciudadanas del mundo, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres no cegados por discursos falseadores ni paralizados por su opulencia, que movidos por su humanidad, su compasión y su rabia exijan al gobierno de Israel y a los israelíes, pongan fin a tanto sufrimiento y exijan a sus propios gobiernos que rompan lazos con Israel hasta que respete el derecho de los palestinos a los árboles, al agua, al aire, a la luz, a la esperanza, a un territorio sin muros ni alambradas, a una vida digna.
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